La historia de éxito de una de las primeras empresas emprendedoras del sector textil catalán

Cuando en 1977 el textil catalán entró en crisis —pasando de suponer más del 30% del valor añadido industrial catalán una década antes a apenas el 16%—, muchas empresas del sector se vieron obligadas a cerrar.

Otras como FINSA, sin embargo, se convirtieron en pioneras entre lo que hoy se llamaría compañías «emprendedoras» y lograron sobrevivir reconvirtiendo su negocio para adaptarlo a unos nuevos tiempos marcados por la globalización y la innovación tecnológica.

Fue así como la empresa familiar Sala y Badrinas —que había nacido a mediados del siglo XIX, en pleno auge del textil catalán— pasó a ser FINSA, compañía afincada en Terrasa y que se dedica desde 1978 a la fabricación de tejidos y telas tecnificados y dirigidos a un público profesional.

«En Sala y Badrinas siempre nos habíamos dedicado al mundo textil, fabricando tejido de pañería –para hombre– y lanería –para mujer–. Eran los tiempos en que teníamos mil empleados, cuando asumíamos todo el proceso de fabricación, desde cardar la lana hasta la expedición, pasando por los tintes y los acabados. Como todos los sectores, el textil evoluciona constantemente, y ahora en Finsa nos dedicamos a los tejidos técnicos», explica el fundador de FINSA, Joaquim Badrinas.

En los siguientes 40 años desde aquella decisión de dar un giro del textil tradicional al textil tecnificado, la empresa, sustentada por una fuerte inversión en I+D+i, ha sabido poner la globalización a su favor y se ha enfocado fundamentalmente a la venta al exterior, obteniendo del extranjero ya el 80% de su facturación y colocando sus productos en más de 40 países. Desde el año 2013, la actividad de filtración forma parte del grupo sueco JOB.

Así, sus tejidos para la industria y la minería son exportados a lugares como Sudáfrica, Chile, Brasil, México o Rusia. Pero FINSA, además, se atrevió con algo desconocido en el sector hasta el momento: la aplicación de sus productos a la arquitectura y al interiorismo, lo que llevó a cabo junto con la multinacional alemana GDK.

Este apartado le ha proporcionado grandes éxitos a FINSA que, por ejemplo, ha «vestido» —con su revestimiento para construcciones— edificios como la Caja Mágica de Madrid; el Centro Comercial Las Arenas de Barcelona; los aparcamientos del Aeropuerto de Barcelona y los cierres, para remodelarlos, de los estadios de fútbol del Real Madrid, del Málaga, del Betis o del Getafe.

En total, la compañía ha alcanzado una facturación anual de 10 millones de euros, con un beneficio neto del 20% sobre la facturación. La compañía, además ha apostado por el talento, repartiendo el 10% de los beneficios de esa facturación entre sus más de 70 empleados para integrar así a todos sus empleados en el éxito del proyecto.

El futuro de la compañía —que está entre las cinco firmas líderes en Europa y entre las diez del mundo en tejidos para la filtración de líquidos y es puntera también en el sector de mallas metálicas para arquitectura— pasa, según Joaquim Badrinas, por impulsar el desarrollo de nuevas fibras y tejidos y por ampliar sus instalaciones en Terrasa, que en la actualidad alcanzan los seis mil metros cuadrados y que se espera lleguen en breve hasta los ocho mil.

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